01/06/2020

Una oportunidad para abrir el conocimiento sobre nuestros océanos, lagos y ríos

Foto de una zona pesquera en Colombia
Colombia tiene 1572 especies de peces de agua dulce con más de 700 especies en regiones como la Orinoquía y Amazonía, regiones donde más de 200 peces tienen usos en las dietas locales y como peces ornamentales.

Juan Armando Sánchez*, Ph.D.
Profesor titular, Departamento de Ciencias Biológicas
*Miembro de la Misión Internacional de Sabios (2019), foco temático en ‘Océanos y recursos Hidrobiológicos’

“Los grupos pequeños de pensadores generan el conocimiento disruptivo en ciencia y tecnología mientras los grupos grandes lo desarrollan y lo implementan.”1

 

El país cuenta con muchos pensadores críticos y científicos brillantes, pero pocos hemos dedicado casi un año de nuestras vidas a trabajar sobre los retos y las barreras que requiere el desarrollo del país con miras a proponer soluciones disruptivas basadas en educación, ciencia, tecnología y educación. Creo que muchos otros colegas tienen también las cualidades para haber sido parte de este grupo de expertos y –aunque no fueron convocados–ahora más que nunca los necesitamos para la etapa definitiva de esta misión: su implementación.

La Misión Internacional de Sabios (2019) presenta una oportunidad única para buscar un cambio significativo y progresivo en las políticas públicas de ciencia, tecnología e innovación-CTeI. El foco de ‘Océanos y recursos hidrobiológicos’, del cual formé parte, es una dimensión del conocimiento en Colombia donde se ha postergado la modernidad. Muchos cambios serán necesarios para poder desarrollarlo.

Desde la MIS intentamos generar ideas innovadoras, provocadoras y creativas que logren sobrepasar las barreras que tienen nuestros campos del conocimiento, por los cuales no se ha redundado en la prosperidad y el desarrollo que han logrado otras naciones como, por ejemplo, Corea del Sur, Singapur, Nueva Zelanda.

En este texto no quiero repetir algunas de nuestras propuestas, que están disponibles al público, sino presentar la motivación que nos llevó a considerarlas, recordando las palabras de Serge Haroche, premio Nobel y miembro de MIS: la “ciencia es una lucha constante contra el razonamiento común".

El desconocido mar profundo

El punto de partida indiscutible en Colombia es el inmenso desconocimiento que tenemos de los ‘Océanos y recursos hidrobiológicos’ para su aprovechamiento y manejo sostenible. El caso paradigmático es el mar profundo de Colombia (>500 m de profundidad), donde no se ha realizado hasta el momento ninguna expedición científica. Incluso, cuando los científicos conseguimos la financiación para hacer una exploración, se nos ha negado la entrada a las plataformas. Si queremos desarrollar nuestros mares no podemos seguir desaprovechando las oportunidades que nos ha brindado la cooperación internacional.

El fondo del mar y el Océano, en Colombia, no es parte de la concepción de lo que se considera “país”, no hace parte de su cosmovisión. Es así como no tenemos un mapa que muestre la topografía submarina, que debe ser tan fascinante como el relieve de nuestras cordilleras, y conocemos muy poco de su biodiversidad. Aunque, el país cuenta con buques oceanográficos con los equipos y la tecnología necesaria para desarrollarlo, algo ya realizado en, por ejemplo, Nueva Zelanda y, para no ir tan lejos, Costa Rica y Puerto Rico.

Los investigadores y, en general, la sociedad civil nos encontramos con restricciones del Sistema Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación-SNCTI general para utilizarlos o participar en expediciones; pero, quiero aclarar que esto no es culpa de quienes tienen las naves en custodia, sino de la falta de una política inclusiva para su uso y en parte, también, por falta de recursos adicionales.

Algo similar ocurre con el conocimiento de los acuíferos y las aguas subterráneas. Y, créanme, no es por falta de tecnología o de talento humano. Es primero por falta de recursos, pero también por falta de una política integrativa y abierta. Se necesita una apertura intelectual para que a los colombianos se les permita investigarlos sin restricciones.

Intentamos generar ideas innovadoras, provocadoras y creativas para sobrepasar las barreras que tienen nuestros campos del conocimiento
Juan A. Sánchez
Profesor

Una política de datos abiertos

La MIS propone la creación de varios institutos autónomos como ejes del desarrollo para CTeI, incluyendo el Centro de Investigaciones en Océanos y Recursos Hidrobiológicos (Cenocer). Sin embargo, otros ajustes pueden igualmente funcionar en esa dirección.

Por ejemplo, la inclusión del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas de la Armada Nacional-CIOH en el Sistema Nacional Ambiental-SINA, e incluso realizar una unión con el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras-INVEMAR, para que se encarguen de administrar los buques oceanográficos, la información y los mapas temáticos del fondo marino. Solo por dar un contexto, quien se encarga de realizar la cartografía terrestre–lo equivalente a los datos de multi-haz del fondo marino–, es el Instituto Agustín Codazzi, que hasta los años 50 era el Instituto Geográfico Militar. Un cambio de esa índole fomentaría el acceso a los datos y a la investigación bajo los estándares actuales, siguiendo el ejemplo de los países desarrollados y de las mayores economías de América Latina.

Así mismo, nuestro conocimiento podría desarrollarse a partir de una política que fomente los datos abiertos. Información muy valiosa está archivada en los anaqueles de institutos y empresas. El sector privado, en hidrocarburos y minerales, no tiene la obligación de socializar los datos en bruto de los estudios de impacto ambiental. Sin embargo, los pocos resultados que algunas empresas han querido socializar, invitando la participación de científicos, incluyen hallazgos sorprendentes en el mar profundo.

Por ejemplo, se registró un tiburón de Groenlandia en el Caribe colombiano a más de 1800 metros de profundidad. Centenares de nuevos registros, incluyendo nuevas especies para la ciencia, podrían formar parte del conocimiento del país, y todo sin costarle un solo peso a la nación. ¿Se imaginan que esto no fuera la excepción sino la regla?

Un caso similar ocurre con las aguas subterráneas y acuíferos de Colombia. Hay muchos datos en la sísmica de la exploración por hidrocarburos que podrían dar una primera idea de estos reservorios y su conexión con humedales, ríos y áreas de recarga, una información vital para tomar decisiones sobre el ‘fracking’, predicción de clima, la conservación del medio ambiente y el manejo las reservas hídricas, entre otras. Así como el mar profundo, nuestros acuíferos entran en el cajón de esa Colombia desconocida, casi secreta, que nos impide avanzar hacia la modernidad y el desarrollo.

Pesca industrial y artesanal

La información pesquera, que adolece de falta de datos en aguas marinas y continentales, fue una de las grandes barreras que encontramos para el manejo de este valioso y necesario recurso.

Colombia debe aprovechar la convergencia tecnológica actual para, en paralelo, realizar seguimiento biológico y comercial de los recursos pesqueros en sus mares y ríos. Ya se ha usado tecnología satelital y algoritmos de inteligencia artificial para rastrear el comportamiento de más de 70,000 barcos de pesca industrial y se ha inferido la actividad de pesca con resolución de horas y sub-km.2

En este tema, también debe ser obligatoria una política de compartir datos que aporten al manejo de los recursos y su desarrollo sostenible.

Vemos grandes oportunidades en la pesca costera y de aguas dulces, una actividad que debe ser netamente artesanal, apoyada por los saberes locales que ofrecen el conocimiento indicado para el manejo del recurso. En este marco, la pesca deportiva podría incluso mejorar los beneficios a las comunidades.

Organizar las pequeñas pesquerías –las zonas exclusivas de pesca artesanal son el modelo ideal– y realizar en paralelo un monitoreo pesquero y comercial mediante ciencia participativa y tecnología, podría ser la solución para el manejo sostenible de este recurso y la recuperación de sus reservas.

Colombia tiene 1572 especies de peces de agua dulce con más de 700 especies en regiones como la Orinoquía y Amazonía3-4, regiones donde más de 200 peces tienen usos en las dietas locales y como peces ornamentales. No obstante, la acuicultura, la agroindustria de mayor crecimiento, se desarrolla con especies introducidas de otras regiones, como la trucha y la tilapia (mojarra). Los esfuerzos para desarrollar una acuicultura nativa han sido desarticulados y de corto plazo, a lo que se suma la dificultad que tienen los empresarios para frenar su producción para impulsarla. Aunque hay buenas posibilidades, tampoco se cuenta con un paquete tecnológico completo que incluya estas especies nativas en las dietas del país.

Allí es donde entra el Estado –y las recomendaciones de MIS– para empujar nuevos emprendimientos. Este es el mejor ejemplo de lo que la investigación orientada por misiones –en el sentido estricto que propone Mariana Mazzucato– puede llegar a ser en Colombia: ¿qué mejor proyecto emblemático para un país anfibio que el desarrollo de la acuicultura de sus especies nativas?

Foto de varias especies marinas en el océano
El fondo del mar y el Océano, en Colombia, no es parte de la concepción de lo que se considera “país”, no hace parte de su cosmovisión. Foto: Juan A. Sánchez

‘Colombia diversa, bioeconomía y economía creativa’

En el gran reto de ‘Colombia Biodiversa’ se insertan el grueso de nuestras propuestas emblemáticas: ‘Colombia diversa, bioeconomía y economía creativa: conocimiento, conservación, apropiación y uso sostenible del patrimonio cultural y natural para una economía sostenible’ y ‘Agua y cambio climático: conservación y uso sostenible del agua, minimización de los riesgos y maximización de la resiliencia de la biodiversidad, los ecosistemas y la sociedad frente al cambio climático’.

En la primera, el ideal es permitir las condiciones donde se generen nuevos paquetes tecnológicos para la bioprospección y la seguridad alimentaria. La pesca y la acuicultura se perfilan entre las actividades de mayor crecimiento en el país, pero urgen medidas de manejo para fomentar su sostenibilidad y el uso de nuestras especies nativas. Si no se fomenta el aprovechamiento y desarrollo de los nuevos paquetes tecnológicos, estaremos lejos de aportar al desarrollo sostenible, o al menos la prosperidad seguirá siendo algo de unos pocos.

La segunda, se trata más de un deber con la sostenibilidad: no hacerla pone en peligro nuestro soporte de vida. El recurso natural más valioso de nuestro país debe ser antes de todo: el agua.

La educación como base del cambio

La transformación que busca esta misión para Colombia tiene sus fundamentos en un mejor sistema educativo. Su visión hacia el futuro es alinear a la CTel con el desarrollo y la educación del país, así como abrir la investigación de los ‘Océanos y los recursos hidrobiológicos’ mediante la innovación abierta y la financiación de proyectos de investigación. Los colombianos conocerán la gran biodiversidad marina y la topografía submarina. Idealmente, nos transformaremos en un país cuyo desarrollo se enfoque cada vez más en la bioeconomía y el correcto manejo del agua, sin tramitología para la investigación y con una sostenibilidad financiera para inversión en CTeI mayor al 1,5 % del PIB, en parte gracias a la participación del sector empresarial. Visualizamos un país con fuertes alianzas internacionales para la investigación científica con énfasis en la exploración de mar profundo.

Finalmente, queremos una Colombia que disminuya paulatinamente el presupuesto de guerra y se involucre cada vez más con los procesos de paz y desarrollo: gestionando proyectos fuertes y pertinentes para las regiones, cuya elección sea basada en la meritocracia. Estamos frente a la oportunidad de abrir el conocimiento a los colombianos y no la podemos dejar pasar. Es ahora o nunca.

La transformación que busca esta misión para Colombia tiene sus fundamentos en un mejor sistema educativo. Su visión hacia el futuro es alinear a la CTel con el desarrollo y la educación del país, así como abrir la investigación de los ‘Océanos y los recursos hidrobiológicos’ mediante la innovación abierta y la financiación de proyectos de investigación. Los colombianos conocerán la gran biodiversidad marina y la topografía submarina. Idealmente, nos transformaremos en un país cuyo desarrollo se enfoque cada vez más en la bioeconomía y el correcto manejo del agua, sin tramitología para la investigación y con una sostenibilidad financiera para inversión en CTeI mayor al 1,5 % del PIB, en parte gracias a la participación del sector empresarial. Visualizamos un país con fuertes alianzas internacionales para la investigación científica con énfasis en la exploración de mar profundo.

Literatura citada

  1. Wu, L., Wang, D. & Evans, J. A. Large teams develop and small teams disrupt science and technology. Nature 566, 378 (2019).
  2. Kroodsma, D. A. et al. Tracking the global footprint of fisheries. Science 359, 904–908 (2018).
  3. DoNascimiento C, Herrera Collazos E E, Maldonado-Ocampo J A. Lista de especies de peces de agua dulce de Colombia / Checklist of the freshwater fishes of Colombia. https://ipt.biodiversidad.co/sib/resource?r=ictiofauna_colombiana_dulceacuicola (2019).
  4. DoNascimiento, C. et al. Checklist of the freshwater fishes of Colombia: a Darwin Core alternative to the updating problem. ZooKeys 708, 25–138 (2017).

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