15/12/2015

Un tesoro microscópico

mujer con gafas, está sentada al aire libre tomando una muestra de bacterias

Jenny Dussán, directora del Centro de Investigaciones Microbiológicas - CIMIC.

imagen partida en dos, a la izquierda hay dos fotos de investigadores en laboratorios, a la derecha hay fotos de una bacteria con vista desde microscopio

Investigación de bacteria para controlar mosquitos transmisores de dengue y chikunguña

cuatro fotos en secuencia de como controlar un derrame de petroleo en tierra

Proceso de control de derrame de petróleo en tierra

tres fotos en secuencia y un cuadro de texto indicando el proceso del control de derrame de petroleo

Avance de control de derrame de petróleo en tierra con bacterias

mujer vestida con sudadera y chaqueta negra está trotando en el campo

Jenny Dussán, directora del Centro de Investigaciones Microbiológicas - CIMIC.

Mujer con saco gris y gafas esta sentada en laboratorio, posición como si estuviera dando una entrevista

Jenny Dussán, directora del Centro de Investigaciones Microbiológicas - CIMIC.

dos hombres investigadores con batas analizan una planta en un laboratorio

Investigación de superbacteria capaz de controlaar mosquitos transmisores de dengue y chikunguña

mujer con sudadera y chaqueta negra juega con un perro pastor aleman en un campo

Jenny Dussán, directora del Centro de Investigaciones Microbiológicas - CIMIC.

Mujer levanta en cada mano una caja con muestras de bacteria, el foco de la imagen se encuentra sobre las cajas y detrás de ellas está su rostro

Jenny Dussán, directora del Centro de Investigaciones Microbiológicas - CIMIC.

mujer con gafas, está sentada al aire libre tomando una muestra de bacterias
imagen partida en dos, a la izquierda hay dos fotos de investigadores en laboratorios, a la derecha hay fotos de una bacteria con vista desde microscopio
cuatro fotos en secuencia de como controlar un derrame de petroleo en tierra
tres fotos en secuencia y un cuadro de texto indicando el proceso del control de derrame de petroleo
mujer vestida con sudadera y chaqueta negra está trotando en el campo
Mujer con saco gris y gafas esta sentada en laboratorio, posición como si estuviera dando una entrevista
dos hombres investigadores con batas analizan una planta en un laboratorio
mujer con sudadera y chaqueta negra juega con un perro pastor aleman en un campo
Mujer levanta en cada mano una caja con muestras de bacteria, el foco de la imagen se encuentra sobre las cajas y detrás de ellas está su rostro

Jenny Dussán lleva más de 20 años investigando una 'superbacteria' capaz de controlar mosquitos transmisores de dengue y del chikunguña y que sirve para limpiar derrames de petróleo o aguas contaminadas con metales. Mientras escudriña entre microorganismos invisibles para muchos, lucha contra una enfermedad en sus ojos.

Por: Andrés Ruiz Zuluaga
ma.ruiz55@uniandes.edu.co

Diez de la mañana. Los potentes rayos del sol matutino se filtran por las ventanas del laboratorio. En el agua del recipiente de cristal se revuelcan, acrobáticas, como niños en un parque, decenas de diminutas larvas de zancudos. En otro estante, en un recipiente de cristal redondo y pando, reposa el tesoro del Laboratorio Cimic (Centro de Investigaciones Microbiológicas) de la Universidad de los Andes. Se ven unas manchas, como restos de café con leche, con puntos dibujados con marcador. Son las 'superbacterias' capaces de controlar mosquitos transmisores de enfermedades, de limpiar derrames de petróleo o aguas contaminadas con metales.

Jenny Dussán, directora del laboratorio, toma el recipiente pando (placa de Petri). Su bata blanca no alcanza a cubrirle del todo un buzo Nike, gris, de capota. Sus ojos, siempre ocultos detrás de unos enormes lentes oscuros Ray-Ban, sufren de queratocono (córnea en forma de cono), enfermedad supuestamente hereditaria, aunque es la única de su familia que la padece.

—Cada punto de estos es un grupo de la bacteria Lysinibacillus sphaericus. Mil millones de bacterias por cada uno —aclara la microbióloga del Departamento de Ciencias Biológicas. Los microorganismos no son perceptibles al ojo humano, aunque, paradójicamente, pareciera que ella los viera perfectamente—. Cada número indica la cantidad de grupos de bacterias.

Dussán, de baja estatura y delgada, hoy de tenis y pantalón negro, corrió en la madrugada, como lo hace cinco días a la semana desde hace más de 30 años. Ahora, levanta la placa de cristal con su pequeño tesoro. Se quita las gafas y aparecen unos ojos café que reflejan en su retina la huella de seis cirugías, incluido un trasplante de córnea, después del cual se le elevó la sensibilidad a la luz.

—Esta enfermedad casi me deja ciega. Mi mamá decía que era por esforzarme en mirar seres tan chiquitos —añade entre risas. También recuerda cómo, en su infancia, mantenía su habitación llena de ranas y caracoles que recogía en el campo. Leía y analizaba mientras otros jugaban.

En la placa de cristal hay tres círculos resaltados con marcador que forman conjuntos nombrados con los números 12, 15 y 12. Entre 12 y 15.000 millones de bacterias por grupo. En el laboratorio, Jenny mira ágil e identifica diminutas larvas en segundos, igual pasa cuando busca características de las bacterias en el microscopio: cualquiera creería que tiene una visión superior.

La 'matamosquitos'

Jenny Dussán se pone de nuevo sus gafas y va por el recipiente con las larvas. Entre las que giran y se mueven hay unos puntos quietos que flotan.

—Son las pupas, les falta poco para ser zancudos. Ya no comen, están como en hibernación. Las larvas son etapas anteriores y se alimentan. Son de Aedes aegyptis y allí tenemos de Culex quinquefasciatus, mosquitos que transmiten enfermedades tropicales como dengue y chikunguña —explica la profesora, magíster y PhD de la Universidad de los Andes, a la que se le siente el espíritu docente en cada palabra. Siempre se asegura de que su interlocutor la entienda.

—Cuando pequeñas comen mucho y al agregar la Lysinibacillus sphaericus al agua también se la comen. Se mueren y no alcanzan a ser zancudos ni a esparcir enfermedades —dice mientras saca su celular y muestra una imagen con las etapas de una larva al ingerir la bacteria.

Con esto se podría controlar la dispersión de los virus de chikunguña y dengue y otras enfermedades. La bacteria es tóxica para las larvas pero para el humano es inofensiva, por las diferencias de pH. El del humano, en el estómago, es ácido; el de las larvas, alcalino.

—Es muy útil con tanto problema de mosquitos acá. Yo estaría en disposición de donar tiempo y conocimiento para poner a producir grandes cantidades, así no nos represente un peso. Es triste, la ciencia al servicio del país guardada en la nevera y necesitándose tanto —afirma.

La superbacteria ambiental

Jenny se acerca a un estudiante de bata blanca y gafas grandes, aunque no son oscuras. Está regando una canasta, de no más de un metro por cada lado, con una pequeña plantación de fríjol. En la tierra hay un cultivo con miles de millones de la Lysinibacillus sphaericus.

—Está creciendo perfectamente —dice el estudiante y aclara que la tierra estaba llena de petróleo. La 'superbacteria', además de comerse el crudo, limpió la tierra y le dio nueva vida.

La bogotana observa el progreso y sonríe como madre orgullosa de su pequeña, a la que ha investigado por más de 20 años. Ahora estudian su capacidad para mejorar la calidad de los suelos.

—Desde que estaba en pregrado me llamó la atención. Mi tesis fue sobre microorganismos esporulados y la de maestría, sobre esta bacteria, por allá en 1980. Ahora vemos que eleva el contenido de nitrógeno en la tierra —agrega la profesora.

Saca de nuevo su celular para buscar fotos de la bacteria cuando captura metal. No la encuentra, pero se distrae con una aplicación en la que registra sus entrenamientos. Se ve en ella, resaltado, el número 3.079, los kilómetros corridos desde que empezó a usarla. Le gusta hacerlo sola, en el bosque o en caminos rurales. Como horas atrás, a las cinco de la mañana, cuando recorrió los cerros Majuy y Juaica entre Tenjo y Tabio, al lado de su finca, El Roble.

—Desde el cerro, por un lado se ve Chía y por el otro, Tenjo. Son 13,2 kilómetros de recorrido, incluida bajada al pueblo y regreso —afirma emocionada. Entrena en la madrugada para no quitarle tiempo a su familia: su esposo, el biólogo César Monje, y sus dos hijas, Camila, que trabaja como bióloga en el Smithsonian (Panamá), y Juanita, estudiante de Medicina de Los Andes.

Jenny vive en una finca, todo un paraíso botánico engrandecido por una enorme palma de yuca y adornada con árboles como el roble, arrayanes, chicalás, guayacanes, palmas de cera, así como huerta y frutales. Frente a su casa están enterradas las cenizas de sus padres bajo unos magnolios.

—Ya me da pereza correr maratones. Hay mucha gente, uno tiene que respirar todo el CO2 de miles de personas. En cambio acá todo el oxígeno es para mí. ¿Muy envidiosa? Quizás... —reflexiona.

Mientras busca en el computador las fotos de la morfología de la bacteria justifica su afición que la ha llevado a no permitir fumadores en su grupo Cimic e incitar a todos a hacer deporte. Al único fumador que tuvo, ""todos los días"" le recordó que el cigarrillo tiene 30 metales tóxicos.

—Hacer deporte lo disciplina a uno, le mejora el pensamiento, le abre la mente.

En el computador encuentra las fotos del trabajo de campo del grupo de investigación del Cimic en Casanare, cuando probaron la eficacia de la Lysinibacillus sphaericus para limpiar derrames de crudo, en asocio con una importante empresa petrolera.

—Se come el hidrocarburo. Toma estas moléculas tan grandes y las fracciona en pedacitos. Las utiliza para su metabolismo y como producto final libera agua y CO2 al ambiente. Cuando se acaba el hidrocarburo, quedan por ahí, como hibernando (en estado criptobiótico). Así pueden durar millones de años, sin hacerle daño al medio ambiente.

En el computador hay una secuencia de fotos en las que un derrame de petróleo con graves consecuencias ambientales termina convertido en un paraíso, con flores y un venado incluido, gracias al tratamiento con la bacteria.

—Es un proceso que dura dos o tres meses. Depende de la calidad del hidrocarburo —aclara.

Metal pesado

Encuentra una nueva imagen tomada con el microscopio electrónico de barrido de la Universidad. Es la Lysinibacillus sphaericus. Se ve grande.

—Tiene una estructura diferente a otras. Miren estos huecos que la asemejan a una cubeta de huevos. Gracias a ellos puede capturar metales con su cuerpo —afirma y pasa a otra foto.

Aunque la bacteria es conocida desde hace más de un siglo (1904), con los avances tecnológicos y las investigaciones en diferentes países, le han descubierto muchas más funciones. Desde los 80, la Organización Mundial de la Salud la usa para detener las enfermedades contagiosas, pero con los descubrimientos de su capacidad para degradar petróleo y para extraer metales, realizados por el equipo de Dussán con las cepas colombianas, aumentan sus perspectivas.

—Hace años, en un curso de microbiología ambiental, una estudiante encontró un artículo alemán que hablaba de una bacteria, con una estructura igual a la nuestra, hallada en una mina de uranio. Al analizarla tenía metales incrustados. No solo uranio sino zinc, manganeso, hierro... Pensamos que teníamos una mina de oro, empezamos a hacer las pruebas y, efectivamente, sí captura los metales.

Otra foto muestra a la bacteria con una morfología diferente como con brotes: son los metales incrustados. Le serviría, por ejemplo, a la industria minera, especialmente en la extracción de oro.

—Si en un charco hay metales y larvas, atrapa el metal y mata la larva. Cumple las dos funciones y es amigable con el medio ambiente —explica orgullosa.

Son las doce del día y es hora de almorzar. Jenny tiene su tiempo contado. En la tarde tiene clase y, luego, su largo viaje desde el centro de Bogotá hasta Tenjo. Piensa en el laboratorio, en sus clases, en su labor con el grupo Pequeños Científicos, donde trabaja los viernes con colegios internacionales y escuelas de municipios de la sabana de Bogotá. Se marcha con la idea en la cabeza de ampliar su vínculo con la industria donde 'su' bacteria podría tener muchas aplicaciones.

De la mano con la industria

El Cimic ha trabajado junto con varias compañías de los sectores de hidrocarburos y ambiental en alianzas, consultorías o asesorías y ofreciendo soluciones ambientales. Entre ellas están el Instituto Colombiano del Petróleo (ICP), Occidental Petroleum Corporation (Occidental de Colombia), Pacific Rubiales, Repsol, Perenco, Biointech EU, British Petroleum Company, Vecol, Cerrejón.

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