23/06/2021

“Háganle, que sí se puede”

Enny Moreno, egresada de la Maestría en Educación de Uniandes.

Enny Moreno, egresada de la Maestría en Educación de Uniandes.

Haciendo divulgación del colegio a través de la emisora del municipio.

Haciendo divulgación del colegio a través de la emisora del municipio.

Los hogares solo disponen de un celular para alternar entre sus hijos.

Los hogares solo disponen de un celular para alternar entre sus hijos.

 “Decidimos que nuestro fuerte serían las guías de trabajo impresas.  La retroalimentación la haríamos por el chat”.
 “Decidimos que nuestro fuerte serían las guías de trabajo impresas.  La retroalimentación la haríamos por el chat”.
Enny Moreno, egresada de la Maestría en Educación de Uniandes.
Haciendo divulgación del colegio a través de la emisora del municipio.
Los hogares solo disponen de un celular para alternar entre sus hijos.
 “Decidimos que nuestro fuerte serían las guías de trabajo impresas.  La retroalimentación la haríamos por el chat”.

Esa es la respuesta que Enny, egresada de la maestría en educación de uniandes, siempre le da a sus estudiantes, colegas y a ella misma cuando la adversidad se intensifica por la pandemia y la falta de conectividad en las zonas rurales del país.

 

Enny Odeth tiene 44 años, es casada y tiene un hijo: Sebastián tiene 8 años y él es un milagro en la vida de esta maestra que luchó con firmeza por varios años y en compañía de su esposo contra el diagnóstico de esterilidad.

Enny es alegre y quizá su sonrisa permanente es la que la hace lucir como si tuviera 10 años menos. Como maestra y mujer, ya había dado otras luchas. Nació en Unión Panamericana, un municipio que está en el suroriente del Chocó. En Itsmina estudió su colegio y luego se hizo maestra. Hace 21 años recorrió los 277 kilómetros que hay entre Chocó y la Vega, Cundinamarca, gracias a que ganó un concurso del Ministerio de Educación para ser profesora de la Institución Educativa Departamental Luis Alfonso Valbuena Ulloa, en la vereda Naguy.

Hoy su sonrisa permanece intacta y si Enny no contara sobre las lágrimas derramadas en este tiempo de pandemia, nadie creería que ella está en medio de una nueva lucha que le exige un esfuerzo extra en tiempo, conocimiento, habilidades, fuerza y dedicación. Las condiciones que trajo el Covid- 19 al sector de la educación que convirtió el sistema educativo presencial en virtual de un día para otro tiene sus retos más acentuados en las zonas rurales del país. Desde marzo de 2020 Enny y sus compañeros sortean a diario la ausencia de conectividad para que de los 220 niños y jóvenes, que estudian en la Institución Educativa, no deserten. ¡Enny y sus compañeros maestros lo están logrando!

 

 

“¡El 17 de marzo de 2020 no se me olvida! Nos dicen que nos vamos a confinamiento y que tenemos hasta el 20 de abril para planear el regreso a clases virtuales. Nuestra institución es rural, entonces la pregunta era ¿Cómo vamos a atender a nuestros chicos?, recuerda Enny. Mientras el Ministerio y las Secretarías de educación ponían a disposición de los colegios plataformas como Zoom, Meets y otras —para llevar a cabo el desafío de educación virtual en el país—, los profesores del Luis Alfonso Valbuena Ulloa, en la vereda de Naguy, comenzaban un censo de su población para saber si al menos en estos hogares rurales contaban con celular. Así comenzó esta carrera de largo aliento, la meta: que ninguno de sus niños dejara de estudiar.

Enny abre sus ojos como señal de alegría para contarnos la buena noticia: encontraron que en cada casa había al menos un celular. Sin embargo, un celular para que estudiaran dos o tres niños (el promedio que habita cada lugar) no era viable. Además los celulares no tenían planes de datos y el presupuesto de las familias, en muchos casos, no alcanzaba para hacer recargas. Pero había que tomar decisiones rápidas. Solo tenían tres semanas para resolverlo y hacer lo posible para que los niños no sintieran el cambio y siguieran entusiasmados con sus clases. “Decidimos que nuestro fuerte serían las guías de trabajo impresas. Era la manera de evitar los conflictos en casa, el uso excesivo de celular y que los niños estuvieran pegados a esa pantallas pequeñas tantas horas. La retroalimentación la haríamos por el chat”, cuenta Enny.

Resolviendo sobre la marcha

Los profesores hacen las guías de trabajo las imprimen y quien esté disponible las lleva el domingo a la tienda de la vereda. Los papás de los niños las recogen, y ellos también hacen el esfuerzo de pagar plan de datos en sus celulares para que los alumnos tengan comunicación con sus profesores.

Es difícil que hoy Enny y sus compañeros tengan claridad sobre sus horarios o el tipo de consultas que responden por el chat a sus alumnos, pues en los dos casos las necesidades se han intensificado. La mayor muestra de pasión por su vocación fue buscar el beneficio de sus alumnos por encima del de ellos, quienes permanecen días enteros, incluso sábados, domingos y festivos pegados a las pantallas de sus celulares y computadores personales para resolver las dudas de los niños, corregir sus trabajos, adaptar guías para niños con necesidades educativas especiales, y enviarles una retroalimentación con tareas específicas y creativas que sigan sembrando en ellos amor por el conocimiento. 

Los profesores y la rectora lograron motivar aún más a sus estudiantes con proyectos pedagógicos productivos en casa: La huerta familiar y la cría de pollos de engorde y consumo; así fomentan la seguridad alimentaria y estilo de vida saludable en cada una de las familias. Enny expresa sentir gran admiración por sus compañeros, ya que todos son docentes unitarios en escuelas multigrados, lo cual hace la enseñanza más compleja en tiempos de pandemia.

“Lo que más me gusta de que mi mamá sea profesora es que yo aprendo muchas cosas porque veo todo lo que ella les enseña”, comenta Sebastián, el hijo de Enny y principal afectado por la multiplicación de los horarios de trabajo de sus padres quienes juntos son maestros. Y quien constantemente reclama tiempo para jugar y compartir con ellos.

 

 

 

 

Ha pasado un año y tres meses y lo están logrando: hasta el momento ninguno de los niños de la sede Guarumal de la Institución Educativa Departamental Luis Alfonso Valbuena Ulloa, en la vereda Naguy, Cundinamarca, ha desertado. Ellos, guiados por sus profesores han hecho un gran trabajo y no paran de estudiar. Sin embargo, el ritmo allí parece que no va a cambiar y la conectividad en las zonas rurales del país sigue siendo crítico, pese al gran proyecto de conectividad que lanzó el Mintic (Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) para aumentar el 10% de conectividad que marcaban los hogares rurales en 2020. 

“Lo que hoy yo sueño para mi Institución, mis alumnos y los habitantes rurales de mi país es que la conectividad sea una realidad, que podamos tener mayor respaldo económico para proyectos productivos que nos permitan despertar en este sector áreas como emprendimiento, sostenibilidad, creatividad y apoyo emocional regular para nuestros alumnos”, dice Enny ante la pregunta de qué futuro imagina para todos sus alumnos.

 

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