23/11/2016

Llega una nueva firma del Acuerdo de Paz y urge que se implemente pronto

Jovenes marchando con carteles sobre la paz

Opinión de Diana Gómez sobre la firma del Arcuerdo de Paz

La historia nos lo dice una y otra vez: la paz tiene enemigos profundos y poderosos en Colombia.

Por: Diana Gómez
Profesora asistente, Cider

Frente a tanta fragilidad se requiere agilidad. Esta semana las y los colombianos seremos testigos de la firma del Nuevo Acuerdo pactado entre el gobierno nacional y las FARC-EP, luego de las modificaciones que, siguiendo las propuestas del NO, se incorporaron al Acuerdo inicial. También urge un proceso expedito que garantice un pronto inicio de la implementación del Acuerdo. La refrendación está en la calle, en las manos de las y los colombianos que han apoyado en movilizaciones multitudinarias la concreción de la paz en Colombia desde el 3 de octubre.

En un país como Colombia la paz es frágil. Por décadas lo ha sido. A los acuerdos de paz le han proseguido nuevas guerras y conflictos armados. La historia la conocemos: el conflicto bipartidista y las guerrillas liberales fueron sucedidas por guerrillas de izquierda. Los procesos de paz de los ochenta estuvieron acompañados por la eliminación física de los integrantes de la UP y de otros procesos sociales que disputaban la hegemonía bipartidista. Las negociaciones de finales de esa década e inicios de 1990, estuvieron tristemente acompañadas por el asesinato de importantes líderes como Carlos Pizarro y Antonio Galán. El proceso de paz con las FARC-EP, durante sus más de cuatro años, ha estado marcado por el asesinato de líderes sociales, de víctimas y de sus familiares. Sólo el fin de semana pasado, como lo reporta la Revista Semana, 3 líderes fueron asesinados, y otros dos fueron objeto de atentados.

La paz es un bien supremo que requiere la bondad y el espíritu solidario y optimista de las y los colombianos; así como cambios profundos en nuestra cultura y subjetividades. Una de las principales transformaciones a las que nos vemos avocados, es a desterrar la militarización de la vida cotidiana. Para esto es fundamental la construcción de nuevas identidades y emocionalidades que transformen las masculinidades y femineidades patriarcales, que han puesto en el centro de las relaciones sociales la violencia y la negación de la diferencia. La paz se construye erradicando el patriarcado y la violencia permanente a la que las mujeres están sujetas. Los feminicidios y los crímenes de odio contra las mujeres y las personas LGBTI.

Por eso esta semana, además de darle de nuevo la bienvenida a la paz, las calles de distintas ciudades escucharán y sentirán a las mujeres movilizándose en el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, recordando a las hermanas Mirabal y exigiendo que la paz en Colombia les permita ser, existir, hacer y contribuir a un país donde el guerrero no sea el eje estructurante de lo social, la política, la cultura y la economía.

Esto permitirá en unos años que quienes deciden organizarse, hablar, proponer, como lo hicieron las y los integrantes del Campamento por la Paz en la Plaza de Bolívar en Bogotá, no sean objeto de acciones de un Estado que sigue concibiendo su accionar, la seguridad y el bien común, desde una visión profundamente militarista del conflicto social. Como bien dijo Antanas Mockus, refiriéndose al desalojo del Campamento, “El derecho a disentir y a participar políticamente no debe ser despreciado ni sancionado con la fuerza de las armas o la intimidación”. Cuando la paz es frágil todo urge, pero quizás nada urge tanto como una política pública de Estado seria que garantice la no repetición. Para aprender de la historia no basta con conocer y recitar el pasado, se requiere actuar en consecuencia. Hoy nos urge garantizar que la paz no traerá más guerra.

*Fuentes:

https://m.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-16754791

https://www.semana.com/nacion/articulo/lideres-sociales-asesinados-en-caqueta-meta-y-narino/506107

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