24/04/2018

Perspectivas para el futuro de la sabana de Bogotá

Andrés M. Medina G.

Especialista en Gestión Regional del Desarrollo del CIDER de la Universidad de los Andes

am.medinag@uniandes.edu.co

Panorámica de las montañas de Bogotá
Los bogotanos (comúnmente), pasamos por alto que nos encontramos insertos en una región más grande, que seguramente tiene sus potencialidades y debilidades; es como si nos encontrásemos en una “Burbuja capital”, que no se inmuta frente a los factores externos. En este panorama, surge la pregunta: ¿Es necesario y beneficioso la integración y el desarrollo de la sabana bogotana de cara a los retos del desarrollo contemporáneos?

Es un hecho que, debido procesos del crecimiento natural de la ciudad (y la región), las dinámicas territoriales se han visto afectas: problemas de movilidad, colapso en el sistema de transporte público, el pobre abastecimiento de servicios públicos, educativos, entre otros, han generado la búsqueda de nuevas respuestas de los entes en cuestión (Bogotá y la sabana) (“Tamaño de las ciudades”, 2016).

Así, pese a que aún hoy no se haya dado un acuerdo de integración regional, sin duda uno de los retos de cara a la gestión del suelo (urbano y rural)(“¿Qué gana Cundinamarca?”, 2017), los asuntos ambientales y los problemas de conectividad se resume en la urgente necesidad por la “articulación y coordinación de las decisiones de planeación y políticas entre los diferentes (…) municipios [y ciudad]” (“Tamaño de las ciudades”, 2016, párr. 13).

Según datos del “Centro de Pensamiento en Estrategias Competitivas (Cepec) de la U. del Rosario, (…) entre 2010 y 2016 se ha dado un importante crecimiento en cinco áreas productivas de la región: el llamado biopolo” (“¿Qué gana Cundinamarca?”, 2017, párr. 2). Entre estos puntos se destacan servicios de salud, empresariales, financiero, de consultoría y educación. Además, en este mismo artículo, expone que, acorde a la información de la Cámara de Comercio de Bogotá, la economía de la Región (incluida la capital) es la más importante del país por diversificación del mercado, tamaño y base empresarial, haciendo un aporte del 30% del PIB Nacional.

Pero frente a ante un panorama esperanzador, ¿Qué ha pasado? De acuerdo con Pineda (2009), aunque en la Constitución de 1991 (considerando la oportunidad que ésta brindaba hacia la descentralización política fiscal y administrativa), se le dio un trato de especial a éste aspecto, aún no ha recibido el desarrollo legislativo adecuado que lo propicie. Así mismo, hace evidente que: El artículo 325 de la Constitución Nacional así lo establece: “Con el fin de garantizar la ejecución de planes y programas de desarrollo integral y la prestación oportuna y eficiente de los servicios a su cargo, dentro de las condiciones que fijen la Constitución y la Ley, el Distrito Capital podrá conformar un área metropolitana con los municipios circunvecinos y una región con otras entidades territoriales de carácter departamental”. (p. 93). 

Es tarea de todos nosotros (como gestores del territorio y ciudadanos), abogar por el aprovechamiento de las herramientas de planificación que desde la normativa central están dadas, no solamente desde la Constitución, pero amén de la remembranza que desde herramientas como el documento (CONPES 3870, 2016)[1] y el (CONPES 3819, 2014)[2] en donde además de hacer una revisión transversal al replanteamiento de POT municipales vencidos (incluidos los de la sabana), ambos muestran su preocupación por la integración regional y el aprovechamiento conjunto de las potencialidades de los territoriales. De este modo, “proyectos como el tren de cercanías o RegioTram, construcción de autopistas intermunicipales, tendrían más factibilidad financiera” (“¿Qué gana Cundinamarca?”, 2017, párr. 8).

En este contexto, surge la expectativa de apostar por la cooperación entre los municipios de la sabana de Bogotá y Cundinamarca como una tarea “imperativ[a] para aumentar las posibilidades de éxito en el manejo de asuntos relacionados con el equipamiento municipal, la prestación de servicios públicos domiciliarios y la conducción de iniciativas de desarrollo económico local.” (Cuervo como se cita en Pineda, 2009, p. 94).

Lo anterior, lo confirma el informe de Camacol[3] Los retos para la integración de Bogotá y la región (2017), en donde el Secretario de Planeación de Cundinamarca, Cesar Carrillo, afirma que desde el nivel departamental se deberá formular un direccionamiento en pos de la sostenibilidad, competitividad y equidad con calidad de vida para Bogotá y su región inmediata.

A manera de conclusión, es necesario la conformación seria se un modelo conjunto de asociación e integración que asegure un correcta gobernanza del territorio y sus finanzas (Pineda, 2009). Así mismo, según Maldonado (2011) “la adopción de estrategias para el uso, ocupación y manejo del suelo, que incluye actuaciones en materia ambiental, la construcción de infraestructuras y equipamientos y la reglamentación de los usos y sus intensidades ”(párr. 1) del mismo modo que “la programas para hacer accesible la vivienda a la población de menores recursos” (párr. 25) son algunos de los retos de cara al desarrollo Bogotá – Sabana. El ordenamiento del territorio tendrá que darse entonces, bajo la lógica regional.

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