17/07/2017

La estudiante que entró al Consejo Académico por amor a Los Andes

Ángela Aristizabal está estudiando psicología, pero además tendrá opción en Derecho e Historia.
Ángela Aristizabal está estudiando psicología, pero además tendrá opción en Derecho e Historia. Luego de su paso por el Consejo Académico, ahora hace parte del Consejo Superior. 
Ángela Aristizabal Borrero tiene 23 años y pronto terminará su carrera de psicología en la Universidad de los Andes. Una vez termine su proceso académico de pregrado, no solo tendrá opción en Derecho e Historia, carreras de las cuales tomó varias clases; sino que habrá tenido la experiencia como representante del Consejo Estudialtil y también del Consejo Superior de la Universidad.

Ángela se define como una “enamorada de Los Andes” y fue ese amor lo que la llevó a hacer parte de ambos consejos desde el 2016. En el estudiantil pasó un año y en julio 1 del 2017 empezó a hacer parte del Consejo Superior.

Para ella, hacer parte de estos importantes organismos es parte de la búsqueda de conocimiento que la ha movido desde su niñez. Dice que su cariño profundo por Los Andes la llevaron a querer entender cómo funciona, cuáles son las políticas y la organización de los procesos.

Por eso, una vez concluyó su paso por el Consejo Académico, la futura psicóloga escribió una carta en la que describe cómo llegó a enamorarse de su Alma Máter y cómo hacer parte del Consejo Estudiantil le dejó una huella imborrable.

A continuación, lea el texto completo de la carta de Ángela:

Agradecimiento Consejo Académico:

Hace poco, en una de las asambleas del Consejo Estudiantil, les explicaba a mis amigos que la razón principal por la que me metí en el Consejo es porque estoy enamorada de la Universidad. Sin embargo, este amor no fue para nada un amor a primera vista; de hecho, estuvo muy lejos de serlo.

Entré a esta Universidad muy perdida, no sabía qué quería estudiar, no conocía a mucha gente (y eso se empeoraba porque, como no sabía qué estudiar, veía clases de muchas cosas al mismo tiempo y eso me impedía tener un grupo fijo de amigos).

Pensaba que mi interés en “muchas cosas” y en “muchas carreras” era una maldición que me iba a impedir estar feliz en una sola.

Son múltiples intereses me diferenciaban de mis papás o mi hermana, abogados javerianos que nunca tuvieron otro interés muy marcado (o que al menos no tuvieron la posibilidad de dudar, porque esa posibilidad es más característica de mi generación que de la de ellos).

Así fue como empezó mi vida en los Andes, sin un rumbo muy claro y con muchos miedos de por medio de nunca “ubicarme”, miedos que comparten muchos de los estudiantes de esta Universidad.

Sin embargo, poco a poco Los Andes me fue enamorando al aceptarme con esos múltiples intereses en vez de castigarme por ellos. Me fue enamorando cuando pude hacer transferencia sin sentir que había perdido tiempo porque la flexibilidad me lo permitía.

Me fue enamorando más cuando tuve la oportunidad de declarar opciones, pues las opciones son la alternativa perfecta para todos esos estudiantes que queremos aprender todo eso que nuestros papás nos dicen que es inútil (y que no tenemos tiempo de explicarles por qué no lo es) sin exactamente “malgastar” créditos.

Gracias a eso, podía tener en una misma semana clases de neurociencias, filosofía, estadística, derecho constitucional y seminario de historia del arte de Caravaggio, y la Universidad me mostró que eso me enriquecía en lugar de desubicarme.

La razón por la que les cuento esto, aunque parezca irrelevante, es porque esta fue en resumidas cuentas la forma en la que fui descubriendo el valor de la interdisciplinariedad y de las diferentes perspectivas, un valor que terminé de descubrir acá en esta sala, a lo largo de este año, todos los jueves de 8:30 a 11, cada 15 días.

Fue acá en donde por primera vez pude ver cómo 14 disciplinas distintas pueden resolver un problema o tomar una decisión. Siempre estaré agradecida por haber hecho parte de un mismo salón que reúne a las 21 personas más brillantes de todo el país y que a pesar de lo diferentes que son los temas en los que hicieron su doctorado los pone a discutir sobre aspectos que van desde lo más administrativo a lo más profundo.

Me enamoré de esta Universidad cuando vi lo que hay detrás de las discusiones técnicas del día a día, cuando vi que detrás de cosas como la planeación del calendario académico o de los créditos de inglés hay todo un debate sobre desigualdad y redistribución y sobre la manera en la que entendemos la educación y en la que entendemos a los estudiantes. Supongo que eso es lo que pasa cuando ponen a los mejores 21 académicos e investigadores a tomar decisiones administrativas y me alegra haber hecho parte de eso un rato.

Dejo una recomendación, porque también debo mencionar lo que hay por mejorar: déjenle saber a los estudiantes lo que hay acá adentro, que no sea solo un estudiante cada año el que conozca el proceso y a las personas detrás de las decisiones. Mi única frustración es pensar que la mayoría de estudiantes, por falta de comunicación, ni se imagina lo que pasa en el Navas los jueves cada 15 días.

Hacemos lo posible por traerles la voz y la opinión de los estudiantes, pero representarlos a ellos de abajo hacia arriba será mucho más eficiente cuando ustedes conviertan en una prioridad comunicar de arriba hacia abajo primero. Comuníquennos más todo lo que hacen porque lo que hacen es impresionante y siempre es por nuestro bienestar, no hay razón para no divulgarlo por todas partes.

De nuevo, muchas gracias a todos por mostrarme que estamos en las mejores manos, no podríamos depender de mejores personas.

Gracias a cada uno de ustedes.

Ángela Aristizabal Borrero

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