¿Qué es la rebeldía?

¿Acaso es la audacia ante las dificultades? ¿Llevar la contraria frente a la pasividad individual? ¿Es enfrentarse a la injusticia con el objetivo de que las cosas cambien para bien? Estas fueron algunas de las ideas que compartió Jaime Bermúdez Merizalde, miembro del Consejo Superior de la Universidad de los Andes, durante su discurso en la ceremonia de grados 2023-2.

La idea surgió de la lectura del libro ‘Magníficos Rebeldes’, de la autora alemana Andrea Wulf, quien ilustró los encuentros y las conversaciones de los principales pensadores, poetas y filósofos alemanes de finales del siglo XIX y cómo ellos a través de la fuerza creativa del yo, del poder aspiracional del arte, de la ciencia, del valor integrador de la observación de la naturaleza plantaron su intención de querer y poder trascender el hoy, el aquí y el ahora.


Foto: Daniel Álvarez - Jaime Bermúdez Merizalde en los grados de Uniandes 2023 - 2

Esa fue su exhortación a la magnífica rebeldía, ante los 1005 estudiantes que lo escucharon y recibieron su título de pregrado durante las ceremonias de grados del 17 de octubre de 2023, en el Movistar Arena.

Sin embargo, solo con la rebeldía no basta. Se necesita acción y trabajo en equipo.

"La rebeldía, sin embargo, no llegará muy lejos sola. Nuestra sociedad, nuestro país, nuestra ciudad y nuestro entorno requieren con urgencia de emprendedoras y emprendedores que se atrevan a impulsar cambios disruptivos en los comportamientos colectivos", agregó el miembro del Consejo Superior apuntando al trabajo colectivo.

También invitó a los asistentes en pensar en un legado desde sus familias con ideas como: “una fundación, un proyecto a lo mejor, una beca, una colección de libros u objetos, una forma de viajar, una canción, a lo mejor, un poema, la manera de tratar a los demás y a los colaboradores cercanos”.

Al final, realizó un llamado final a sumarse a estos magníficos rebeldes que pueden cambiar al mundo:

“Termino diciendo que hoy y ahora podemos hacer parte de los magníficos rebeldes de esta generación, de nuestro entorno social, de nuestro ámbito de influencia. Que la rebeldía colectiva nos acompañe siempre para que las cosas sean distintas, para que las cosas sean mejores, donde quiera que esté nuestro lugar en el mundo”, concluyó.

Discurso en video de Jaime Bermúdez Merizalde, miembro del Consejo Superior

 

 

Discurso completo de Jaime Bermúdez Merizalde, durante la ceremonia de grados del 17 de octubre de 2023


Por estos días terminé de leer un libro maravilloso, ‘Magníficos Rebeldes’ se titula, de la autora Andrea Wulf. Un texto que recrea los encuentros y las conversaciones de los principales pensadores, poetas y filósofos alemanes de finales del siglo XIX. Con ellos nació el Romanticismo y la idea moderna de libertad. Poetas como Goethe, Novalis, filósofos y científicos de renombre como Fichte, Schelling y Hegel, personalidades como los hermanos Schlegel y los Humboldt. De allí surgieron ideas radicales alrededor de la fuerza creativa del yo del poder aspiracional del arte, de la ciencia, del valor integrador de la observación de la naturaleza. Me atrevo a mencionar este exquisito hallazgo literario, porque me sirvió de aliciente para revivir y rescatar un sentimiento profundamente humano: el querer y poder trascender el hoy, el aquí el ahora.

Una historia que ilustra la audacia de quienes se rebelan contra las dificultades y la realidad en que viven contra la pasividad individual de dejar que las cosas sigan como están. Refleja también la rebeldía colectiva que hace que las cosas cambien para bien.

Al observar nuestro entorno es fácil identificar tantas cosas que nos gustaría que fueran distintas, que fueran de otra manera. Con frecuencia somos testigos directos de hechos que nos indignan, que nos generan dolor, que nos generan rechazo, señales preocupantes que nos indican que hay cosas y circunstancias que no deberían existir, que no deberían seguir ocurriendo. Por eso la indignación nos acompaña ante situaciones que no tienen proporcionalidad, que no tienen una justificación sensata.

Saber, por ejemplo, que Google y Facebook administran más del 70 % de la información digital del planeta, que haya niños en la Guajira muriéndose de hambre por desnutrición, cuando su departamento ha recibido miles de millones en regalías. Por ejemplo, una justicia selectiva para quienes tienen poder y capacidad de influir, que lleva a la cárcel a quienes cometen delitos menores y da prerrogativas o no, sanciona a los que cometen delitos mayores, que menos del 10 % de la población sea dueña del 80 % de la riqueza, que haya barrios, regiones y territorios en los que la violencia y la guerra definan el trato entre las personas.

El mismo sentimiento de indignación nos impulsa a rechazar a quienes acuden a las vías de hecho, sin respetar la institucionalidad, a quienes maltratan a otros, a aquellos que difunden mentiras en las redes sin consideración al efecto que producen a aquellos que usan el poder en beneficio propio, el trato ofensivo hacia quienes prestan un servicio, el descuido para con quienes nos han cuidado, el olvido de quienes necesitan ser reconocidos, a quienes creen que el cuidado del planeta, del agua y del aire es tarea de otros, en fin. La misma indignación que produce ver a alguien colarse en una fila cuando esperamos el turno pacientemente. O cuando alguien llega tarde de forma arbitraria mientras cumplimos con la hora acordada. En un universo tan complejo, tan diverso, los seres humanos no podemos pretender alcanzar un mundo perfectamente justo, aún si estuviéramos de acuerdo sobre cómo sería ese mundo. Pero lo que sí podemos y debemos buscar es la erradicación de las injusticias manifiestas. Esto es lo que nos ha enseñado Amartya Sen, Premio Nobel de Economía y profesor de las universidades más respetadas del mundo. Gracias a esa ilusión, a ese sentimiento que por suerte creo, aún nos acompaña, la humanidad eliminó la esclavitud y otorgó el voto a la mujer.

Es la misma fuente de rebeldía que llevó a Gandhi a oponerse al Imperio británico y a Martin Luther King a combatir la supremacía blanca. Sin embargo, cuando la indignación se queda solo en lamento, entonces es solo ruido. Y de ruido ya tenemos bastante, ya tenemos demasiado. Por eso cobra particular relevancia la rebeldía colectiva que nos anima a transformar la realidad, nuestra realidad y nuestro entorno, aunque sea un poco, aunque sea en algún lugar, aunque sea para algunas personas.

Aceptemos que no vamos a lograr una justicia plena, que hay derechos que entran en conflicto con otros, que hay desigualdades naturales, que el mejor de los sistemas políticos es imperfecto, pero no nos quedemos tranquilos ante injusticias exorbitantes. Eso es lo que anhelo transmitir a mis hijos y les quiero compartir hoy, en esta ocasión tan genial y maravillosa para ustedes y sus familias: abrigar un sentido de proporcionalidad de rebeldía contra las injusticias exorbitantes.

Que no nos dé igual, que no perdamos la sensibilidad, simplemente para que no demos por sentado un privilegio propio o el sufrimiento ajeno. Esto también ayuda a evitar que aparezcan tentaciones de cambiar tales injusticias y arbitrariedades a través de soluciones desproporcionadas.

La rebeldía, sin embargo, no llegará muy lejos sola. Nuestra sociedad, nuestro país, nuestra ciudad y nuestro entorno requieren con urgencia de emprendedoras y emprendedores que se atrevan a impulsar cambios disruptivos en los comportamientos colectivos. Promotores de normas sociales que adviertan y se movilicen en contra de las arbitrariedades creadores de transformaciones que permitan cambiar la realidad bajo principios cooperativos.

Para ello necesitamos del conocimiento colectivo. Hay que reivindicar y utilizar el conocimiento que existe en los distintos niveles de la sociedad y usarlo para encontrar mejores respuestas y soluciones a problemas sociales. La inteligencia colectiva ha sido una fuente de progreso descomunal. La dura experiencia de la pandemia y el COVID apenas hace un par de años demostró que en muy pocos meses nuestra sociedad obtuvo las vacunas, los instrumentos de cuidado y las políticas públicas que sirvieron para superar una situación sin precedentes. Buena parte del progreso humano se ha servido de esa capacidad de sumar información, experiencia, datos, esfuerzo y propósito. Así se descubrió América, así se descubrió el Internet, la penicilina, el Mercado de Valores, así se llegó a la luna, así se fundó la Universidad de los Andes, gracias a la audacia de un joven de 25 años, como Mario Laserna y un grupo de amigos.

Quisiera mencionar otra idea más antes de concluir. Una idea que le escuché a un profesor y me cautivó. Qué genial sería si en cada familia nos animaremos a dejar un legado como familia. Hacer un acuerdo entre padres e hijos que permita trascender nuestro entorno familiar y que continúe luego de que ya no estemos.

Un acuerdo para dejar a otros algo que les permita beneficiarse de aquello que hicimos bien. Una fundación, un proyecto a lo mejor, una beca, una colección de libros u objetos, una forma de viajar, una canción, a lo mejor un poema, la manera de tratar a los demás y a los colaboradores cercanos.

Quizás sea también una buena y eficiente forma de transformar la realidad a través de una iniciativa sencilla de rebeldía colectiva.

Termino diciendo que hoy y ahora podemos hacer parte de los magníficos rebeldes de esta generación, de nuestro entorno social, de nuestro ámbito de influencia. Que la rebeldía colectiva nos acompañe siempre para que las cosas sean distintas, para que las cosas sean mejores donde quiera que esté nuestro lugar en el mundo.

Muchas felicitaciones a ustedes.