Sea lo primero expresarles en nombre de la familia nuestra gratitud por su presencia. Nos enaltece y nos honra contar con cada uno de ustedes; porque el hecho de que estén aquí para rendirle homenaje a Mario Laserna Pinzón, es un síntoma inequívoco de que su vida trascendió las órbitas privadas, para hacerlo un gran hombre para todo un país. El rito que cumplimos aquí es de gratitud: el abuelo nos heredó mucho, y nos lo legó a todos.

Mario Laserna era destellante. Seguramente porque fue ungido con un soplo divino que lo apartó de la complaciente normalidad en que nos movemos otros.

Mario Laserna fue sobre todo un hombre creador y creativo: confió en la potencia vivificadora de la trasformación y tuvo la convicción de que lo superior es posible.

La fuerza creativa lo hizo vibrar; recorrió con la ferocidad de quien quiere devorarse el mundo, el derecho, la física, la matemática, la filosofía; la teoría de la ciencia, la teología, la lógica, los idiomas, la etología, el arte, la ecología. Brilló en todas ellas, porque fue capaz, como el relámpago, de irrumpir de pronto, sorprender, iluminarlo todo.

Tuvo tiempo –además- para emprender senderos que a muchos nos toman toda la vida. Laserna los recorrió con la velocidad del viento; a veces huracán, a veces brisa; siempre ascendente y libre; fue profesor, ideólogo político, diplomático, académico, rector, periodista, concejal, senador, ganadero de reses de lidia, fundador de periódicos, enamorado y conocedor del arte, la opera, cineasta, conversador entrañable, analista sagaz, argumentador infranqueable, vanguardista, pionero, amigo, mentor. Quería verlo todo, aprenderlo todo, asirlo todo. Todo lo amó. La creación de Dios fue el jardín de su deleite, para el cual los días de una sola vida parecían no bastarle.

Era el hombre universal; tal vez el último que haya tenido Colombia, no habrá otro que lo iguale en conocimiento, y sobre todo que logré lucir tantos talentos; que en él eran simultáneos.

Docto y sabio, era, también, el hombre de los contrastes; pasaba de sus diálogos sobre la teoría del conocimiento con Einstein a recorrer en su caballo los llanos tolimenses para arriar el ganado. De las discusiones matemáticas con John von Neumann, a torear sus toros bravos y darle maíz a sus gallinetas. De los manteles que compartía con Nelson Rockefeller y las princesas europeas a saborear la lechona entre los líderes populares que lo acompañaban en su trasegar político.

Siempre novedoso y desconcertante; jamás se subordinó a ninguna regla de la tediosa normalidad. Vestía, hablaba, vivía como quería, y hubo de disfrutar romper estereotipos acartonados y huecos. Laserna fue un hombre auténtico; que definió su propio camino y dejó la huella para que otros pudieran seguirlo.

Fue generoso porque lo más valioso que tuvo, su genio creador, siempre lo puso al servicio del país y de su gente. Nunca espero para él más que la satisfacción de saber que era posible hacer las cosas, y sentir que el mundo era capaz de transformarse. Las mezquinas soledades de la vanidad y el egoísmo, no tuvieron cabida en su espíritu que siempre estuvo preparado para lo grande. Era el hombre moral de Kant, dominado por el imperativo categórico sin vacilaciones lo aplicó en todos los actos de su vida.

En Bolívar encontró el pensamiento conservador; en Ospina Pérez la inspiración del líder, en Nicolás Gómez Dávila su maestro y su mentor. Recibió de don Pacho, su padre, la perseverancia y la disciplina, y de Elena, el amor irrestricto de madre, y le imprimió también la sangre infatigable y aventura de los hermanos Pinzón. A sus amigos les adeuda la gratitud infinita de acompañarlo en aventuras quiméricas, de escalar con él los picos nevados de lo desconocido, de haberlo querido sin comprenderlo del todo, y de haberle dado alas cuando acaso resbaló por un abismo.

La primera acción de Dios fue la de crear. Creó el cielo, la tierra, las aguas, las estrellas, las plantas, los animales y su locura creadora solo quedó satisfecha con la creación del hombre. Ese hombre que satisfizo a Dios bien podría ser Mario Laserna, porque es un hombre que no se agota nunca.

Distinguido por el creador; hubo de recibir gotas de esa magia creadora. A este Mario Laserna optimista y vital, lo sorprendió la enfermedad y la muerte, pero la amenaza de la destrucción -que supone el olvido y el tiempo- no pudo, ni podrá avanzar. Legó Laserna a los Andes su ímpetu creador. Tiene la Universidad el encargo de transformar y generar. Cada profesional andino, en cada profesor, cada estudiante, cada empleado; la comunidad uniandina toda, hacen parte de ese río de creación que se inició en el Génesis. Las aguas deben avanzar presurosas hacia el océano: esa utopía final de la armonía donde convive todo lo complejo.

Diríase, entonces, que Laserna no ha muerto; solo se ha retirado a descansar y contemplar su creación. Estará satisfecho, porque a la Universidad le sobrevienen muchos años en los que será, como ha sido, el puerto desde donde partan otros pioneros, otros soñadores, otros genios, otros guerreros del ideal; y en la vela de sus barcos, en la parte más alta del mástil, a través del viento roza el cielo, Laserna se oirá todavía señalándoles el norte de sus anhelos.
Escrito por:

Paloma Valencia

Senadora de la República y nieta de Mario Laserna