La idea directriz que inspiró la fundación de la Universidad de los Andes consistió en crear una entidad en donde se pudieran estudiar y promover los problemas que afectan la vida de la comunidad, sin estar expuestos a las presiones u obstáculos de orden político-partidista y electoral. Para este fin era indispensable que la Universidad estuviese financiada a base de contribuciones del sector privado, en la forma, como se acostumbra, en instituciones similares de Estados Unidos.

En realidad, con la Universidad de los Andes se buscaba trasladar al medio latinoamericano, con la necesaria adaptación, el principio de responsabilidad cívica por parte del sector privado que mantiene, a través de las universidades privadas, un instrumento de servicio a la nación.

Las universidades tradicionales de América Latina, pertenecientes a la Iglesia o al Estado, no desempeñan una función dinámica, y de avanzada, en el estudio y solución de los problemas nacionales. En buena parte ello se debe a su vinculación estrecha a la política partidista.

Debe admitirse que en cierta manera la sociedad colombiana sí tenía preocupaciones a favor de la comunidad. Pero estas no incidían sobre los problemas de orden político-social, sino que se referían a las llamadas “obras de caridad” tales como orfelinatos, hospitales, iglesias, ancianatos, etcétera. Se trataba entonces de despertar un interés cívico por educación, investigación, recreación…

Veinticinco años después de establecida la Universidad de los Andes, los principios básicos que orientaron su fundación mantienen su vigencia. Lo que sí ha ocurrido es que ha tenido una idea más clara sobre la importancia que el sector público tiene para la vida nacional. Indudablemente, es conveniente una colaboración y participación activa en la solución de los problemas nacionales, por parte del sector privado. Pero los grandes lineamientos de la dinámica histórica nacional deben ser formulados por el sector público. En este sentido, no puede pensarse que la vida nacional se puede mantener sobre la base de un sentido cívico, por eficiente que él sea, en el sector privado, y restringido a su propia esfera. Para un desarrollo nacional sano, se requiere que el sector público, que constituye el factor mayor de bienestar nacional, funcione adecuadamente en el ámbito de sus responsabilidades propias. Existen, indudablemente, áreas en las cuales el sector público puede ser sustituido o coadyuvado por el privado.

Pero de ninguna manera este último puede suplantar las funciones que desempeña el Estado. A su vez, es necesario reconocer que el adecuado funcionamiento del Estado supone partidos políticos capaces, bien organizados, y con un sentido realista de las circunstancias históricas de la nación. En otras palabras: sin el enmarcamiento y estabilidad que dan a la acción del sector privado los factores políticos, la tarea de este se verá frustrada y sin base sólida.

En cuanto a la labor universitaria misma, desarrollada por la Universidad de los Andes, me parece que los resultados obtenidos son satisfactorios en unos aspectos, e incompletos o negativos, en otros. El desempeño académico es, en general, bueno, pero a medida que han desaparecido las vinculaciones con las universidades de los Estados Unidos se nota un decaimiento, en algunas zonas, en la eficiencia y calidad de los métodos de estudio empleados. De manera lenta, pero continuada, se va cayendo en el sistema colombiano de horas de clase abundantes, falta de libros de texto, cátedra magistral, y poca comunicación diaria entre el profesor y el alumno, en el trabajo de clase. En otras palabras; el alumno está trabajando menos, porque la Universidad descuida los métodos de enseñanza que obligan al alumno a emplear al máximo sus energías y capacidades en colaboración con los libros de texto, los programas de estudio, y la acción del profesor.

Un aspecto que ha tergiversado, quizás por falta de realismo de los fundadores, el propósito de la Universidad de los Andes, consiste en el énfasis que se da a los factores de prestigio social en la vida universitaria. Indudablemente, sobre todo en el sector femenino, existe una diaria y activa preocupación por las vestimentas glamourosas o extravagantes. Esto no solamente le quita seriedad a la atmósfera universitaria, sino que obliga a gastos innecesarios por parte de muchas alumnas que no poseen los recursos sociales y económicos que les permiten la lucha de estatus por la diaria supervivencia, en la competencia del vestido y el arreglo personal.

En cierto sentido, esto refleja la desconexión existente entre la Universidad y algunos sectores de la vida colombiana. Las gentes que van a la Universidad de los Andes están motivadas por deseos personales de mejorar sus condiciones de ingreso y de ubicación social y gremial.

Indudablemente en los últimos años ha habido una mayor conciencia de la obligación que tiene la Universidad de servir los problemas de la colectividad colombiana. No basta con preparar profesionales muy competentes, que solamente están interesados en promover su éxito personal. El establecimiento de facultades como la de Derecho y otras, o los Departamentos de Antropología y Ciencia Política contribuyen a crear una conciencia de los problemas colectivos. Desafortunadamente, con frecuencia las preocupaciones de contenido social se traducen en movimientos revolucionarios activistas que obligan a la Universidad a restringir determinadas actividades, inclusive llegando al cierre de departamentos o facultades. Aunque sea de lamentar que se tomen estas medidas extremas, ellas son necesarias, pues los planteamientos que hacen los grupos radicales implicarían terminar con la Universidad de los Andes, y su vinculación con la comunidad colombiana, la cual históricamente posee una conciencia burguesa pseudocapitalista, y pseudoelitista, que no está dispuesta a facilitar la soga con que se pretende ahorcarla.

En el campo académico, la Universidad mantiene tan solo a medias su posición de vanguardia en el estudio y solución de ciertos problemas nacionales. La acción cumplida en los veinticinco años, al establecer nuevas carreras, abrir las posibilidades de vinculación con el extranjero, establecer un profesorado idóneo, a la altura de otros países avanzados, se ha cumplido de manera satisfactoria. Pero lo que era una novedad, y un aporte hace quince o veinte años, ya no lo es. Es indispensable no perder de vista la vocación y compromiso de la Universidad en el sentido de constituirse en el guardián de las necesidades futuras de Colombia. La libertad con que obra, y la estabilidad de su funcionamiento, le permiten acometer proyectos audaces con miras a necesidades futuras, aún ignoradas por la conciencia colombiana. En este sentido, la Universidad debería preocuparse ante todo por los factores y elementos que van a definir el bienestar de los colombianos en las próximas generaciones. No se trata, como hace veinticinco años, de introducir la tecnología moderna elaborada en los países avanzados, sino de encontrar las técnicas que permiten el uso humano de la tecnología ya lograda. En este sentido, la acción de la Universidad es no solamente pionera en Colombia, sino que tendrá que hallar campos de estudio, de investigación, y de entrenamiento de personal que aun en los países avanzados no se ha logrado. En otras palabras, si hace veinte años nos tocaba resolver los problemas que otros habían resuelto treinta o cuarenta años atrás, actualmente nos toca estudiar los problemas que aún están sin resolver en cualquier parte del mundo. El horizonte de la investigación y del trabajo para Colombia se ha actualizado. La búsqueda de maneras de aplicar la tecnología que permite dominar la naturaleza, a favor del bienestar social e histórico del hombre, constituye una preocupación universal y no es característica de los países en vía de desarrollo. Fundamentalmente, este horizonte implica una mucho mayor preocupación por las ciencias biológicas en el sentido moderno de la palabra, es decir, investigando todo lo que se relaciona con la conducta humana, y con la capacidad del ser humano, tanto de labrarse el medio en que vive, como de lograr una adecuada adaptación a él. Si la Universidad orienta sus esfuerzos y sus recursos a este fin, probablemente está en condiciones de contribuir no solamente al bienestar de los colombianos, sino al de muchas otras naciones que afrontan problemas similares.

A la Universidad, en fin, le hace falta mantener una actitud crítica. Ello implica no solamente promover puntos de vista y actividades que puedan reformar el orden social, corrigiendo sus deficiencias y actualizando sus soluciones. También se requiere una actitud crítica frente a las relaciones existentes, o que deben existir, entre la Universidad de los Andes y la comunidad a la que desea servir. A esta institución le corresponde un papel de anticipar el futuro en cuanto a los conocimientos científicos, tecnológicos, y equipos de trabajo que va a requerir la nación y que no se están formando en estos centros docentes.
Escrito por:

Mario Laserna Pinzón

Fundador de Los Andes