22/02/2017

La academia y el futuro de la paz en Colombia

Peatones en las calles del centro de Bogotá. Una de ellas levanta un pequeño cartel que dice: 'Todo por la paz'.
En las calles del centro de Bogotá, como en otras ciudades del país, la gente se movilizó para apoyar el proceso de paz.

Por: Gonzalo Vargas – Cider
       Universidad de los Andes
           Francisco Panizza – Departamento de Gobierno
       London School of Economics


El proceso de paz tiene el potencial de traer beneficios significativos a los colombianos, pero su implementación enfrenta retos enormes que no pueden ni deben subestimarse. El primero es reconciliar a la nación y lograr que el proceso produzca resultados tangibles que calmen las ansiedades y respondan con hechos a las legítimas objeciones de quienes votaron en contra del acuerdo (y de quienes prefirieron no votar) en el plebiscito de octubre de 2016. Estos temores varían según la inclinación política, la clase social y el sufrimiento causado por la violencia a diferentes personas, familias y comunidades, el cual fue casi siempre más intenso en las zonas rurales que en las grandes ciudades. Para evitar que la campaña electoral de 2018 polarice aún más a una sociedad ya dividida, es urgente que los ciudadanos encuentren fuentes confiables de información y análisis sobre la implementación del proceso.

Los académicos no somos dueños de la verdad pero sí podemos contribuir a que haya un debate informado sobre el proceso de paz dentro y fuera de Colombia. El Centro para América Latina y el Caribe de la London School of Economics y la Universidad de los Andes han venido trabajando para crear un observatorio internacional que produzca investigaciones, análisis e información que resulten útiles en este complejo proceso. Para lograrlo, el observatorio deberá caracterizarse por su autoridad, pluralismo e independencia. La autoridad del observatorio tendrá como cimiento la investigación multidisciplinaria de expertos de diferentes facultades y departamentos de ambas instituciones. Su apertura a las voces de diferentes sectores, dentro y fuera de Colombia, será una de las manifestaciones de su pluralismo. Aunque la paz es un fin deseable, el observatorio examinará críticamente el avance del proceso, resaltando tanto sus logros como sus fallas de manera independiente.

El segundo reto, más profundo, será lograr que el proceso de paz trascienda el silencio de los fusiles y transforme las condiciones que hicieron de la violencia un fenómeno tan común en la historia reciente de Colombia. Para que el proceso de paz se consolide, será necesario que el orden social, político y económico de las comunidades más afectadas por la violencia se transforme según principios de democracia, inclusión económica y justicia social.

En diciembre pasado investigadores de las dos instituciones identificamos una agenda de temas que serán cruciales para alcanzar una paz duradera: el papel de actores internacionales como potenciales facilitadores u obstáculos del proceso de paz; los retos de los mecanismos de justicia transicional; los efectos del proceso en la seguridad en las ciudades; la construcción de las capacidades estatales necesarias para reducir las desigualdades y promover un crecimiento incluyente; el impacto del proceso en las violencias de género y la incorporación de la perspectiva de género en la construcción de paz; el papel de las empresas en la economía política de la transición a la paz; la contribución de la reforma electoral a que la democracia sea más transparente e incluyente; y la cuestión de la dimensión territorial de la paz.
Alcanzar la paz requerirá el compromiso de todos los sectores de la sociedad. La academia tiene todo el potencial para contribuir al proceso y nos corresponde aceptar el reto.

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