02/04/2018

Elegido el Congreso, arranca la campaña hacia la Presidencia

Infografía composición Senado de la República
Elaborado por: CongresoVisible.org y Observatorio de la Democracia.
Infografía Composición Cámara de Representantes
Elaborado por: CongresoVisible.org y Observatorio de la Democracia.
Infografía datos del congreso
Elaborado por: CongresoVisible.org y Observatorio de la Democracia.
Infografía Características de la Cámara de Representantes y el Senado
Elaborado por: CongresoVisible.org y Observatorio de la Democracia.
Infografía composición Senado de la República
Infografía Composición Cámara de Representantes
Infografía datos del congreso
Infografía Características de la Cámara de Representantes y el Senado
Juan Carlos Rodríguez Raga
Profesor y codirector del Observatorio de la Democracia 
Departamento de Ciencia Política

Los resultados de las elecciones legislativas del pasado 11 de marzo resisten múltiples lecturas. En ésta daré inicialmente mi opinión acerca de los ganadores y perdedores, discutiré cómo, después de las legislativas y las consultas interpartidistas, se ven hoy las alineaciones partidistas alrededor de los candidatos presidenciales, y exploraré brevemente escenarios posibles respecto a la relación que el próximo presidente podría tener con el Congreso recién elegido.

A mi juicio, tres agrupaciones políticas salen fortalecidas de los comicios para Cámara y Senado. En primer lugar, es indudable el avance de Cambio Radical en ambas cámaras. El aumento de sus curules, en parte a costa del movimiento Opción Ciudadana, refleja el resultado de un paciente trabajo de construcción de alianzas con líderes políticos locales y regionales, muchos cuestionados por conductas que por lo menos bordean lo legal (¿estaré cayendo en un cliché?), y cuyas maquinarias se activaron en estas elecciones para rendir sus frutos. En una ironía de la historia, pareciera como si el nieto de Carlos Lleras Restrepo hubiera encontrado en un ya largo proceso de “turbayización” de su partido la clave para el progreso electoral en el Congreso, a manera de plataforma para la recta final de su propio camino a la presidencia. (De hecho, no es el único delfín de ese partido que parece la antítesis política de su estirpe).

En segundo lugar, es notable el crecimiento de la representación de la Alianza Verde en el legislativo. Apalancándose en su desempeño electoral en Bogotá, este partido, cuya supervivencia parecía en duda en algún momento de la campaña, duplicó su presencia en el Senado gracias en parte al respaldo que obtuvieron en las urnas tanto su cabeza de lista, Antanas Mockus, como Angélica Lozano. Esta última y su fórmula a la Cámara, Juanita Goebertus, resultaron las dos mujeres más votadas en las pasadas elecciones.

Por su parte, la fuerza de Gustavo Petro, tanto en las encuestas como en la consulta de la izquierda, logró arrastrar la llamada “lista de la decencia”. Conformada en su mayoría por figuras no tan conocidas políticamente, esta lista, contra todo pronóstico, obtuvo buena respuesta del electorado especialmente en Bogotá, y no sólo superó el umbral sino obtuvo cuatro escaños en el Senado y dos en esta circunscripción de la Cámara.

Finalmente, el Centro Democrático, esta vez con lista abierta, logra aumentar su votación en el Senado (aunque no la cantidad de curules). Más destacable aun, mientras que hace cuatro años se señalaba el contraste entre su buen desempeño en la cámara alta y sus comparativamente pobres resultados en la Cámara de Representantes, en estas elecciones las listas del CD en las diferentes circunscripciones departamentales llegaron a un volumen agregado de votos similar al de la lista que compitió en la circunscripción nacional del Senado. Se ve el trabajo de cuatro años de construcción de partido y de sus maquinarias en lo local y lo regional, aceitadas por los incentivos a la conformación de fórmulas de candidatos a Senado y Cámara que trajo consigo la decisión de abrir sus listas.

La otra cara de la moneda es la de tres de los partidos más grandes. Quizás el mayor perdedor de la jornada electoral es el Partido de la U. Sin candidato propio a la presidencia, como principal portador del lastre de la pobre imagen del gobierno, este partido no contaba con mayores recursos ni materiales ni simbólicos o identitarios qué ofrecer y fue el que más espacio perdió en el Congreso. 

Entre los dos partidos tradicionales, que también ceden algún terreno, resulta más llamativo el resultado negativo del Partido Liberal. A pesar de contar con un candidato presidencial propio, elegido en una consulta interna que hoy se ve prematura, esta agrupación languidece y se encoge en el Senado, aunque en la Cámara sigue teniendo la mayor presencia. El Partido Conservador, por su parte, no pierde tanto como se esperaría; quizás, como lo señala Miguel García, co-director del Observatorio de la Democracia, se ha convencido de su carácter de partido menor, sin capacidad para poner presidente, pero con la habilidad, demostrada en los últimos años, de situarse como partido pivotal en los momentos más decisivos de la actividad legislativa.

Apenas consolidados los resultados de las elecciones del domingo empiezan a moverse las piezas de las alianzas de cara a la elección presidencial. Más allá del acercamiento entre los candidatos presidenciales que hoy exploran, sin mucho éxito aún, posibilidades de coaliciones antes de la primera vuelta, los miembros de las bancadas y las figuras políticas regionales, especialmente de los partidos grandes que o no tienen candidato propio (la U y el Conservador) o cuyo candidato no convoca suficientemente a sus copartidarios (el Partido Liberal), se empiezan a mover y a insinuar apoyos a una u otra campaña, así como divisiones internas alrededor de esta decisión.

En la U, puestos a elegir entre De la Calle, Duque y Vargas Lleras, un sector mayoritario parece inclinarse por este último. Así lo dio a entender Aurelio Iragorri en entrevista radial, aunque aclaró que estaba expresando su propia posición y no la de su partido. También se conoció esta semana la adhesión pública de la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, a Vargas Lleras. Este acercamiento, sin embargo, no es unánime; algunos congresistas, principalmente Roy Barreras, han manifestado su apoyo a Humberto De la Calle, el candidato que, a su juicio, representa mejor la continuidad del acuerdo de paz entre el gobierno Santos y las Farc. (De hecho, quizás previendo esto, voceros de Cambio Radical han empezado a desmarcarse del Centro Democrático y de su propuesta de “hacer trizas” los acuerdos, y han anunciado que darían continuidad a su implementación).

En el Partido Conservador la decisión tal vez resulta más difícil. Algunos legisladores, como Hernán Andrade, insinúan su cercanía a Vargas Lleras. Sin embargo, la candidatura de Duque, con Marta Lucía Ramírez como fórmula vicepresidencial, con seguridad seduce, por cercanía ideológico-doctrinaria y solidaridad partidaria, a alguna porción importante de esta colectividad. Incluso el Partido Liberal parece dividido. El pobre desempeño de De la Calle en las encuestas y del partido en las elecciones legislativas ha agudizado pugnas internas y el inconformismo de varios miembros prominentes con la dirección del partido en cabeza del expresidente César Gaviria. Esta situación puede ser el preámbulo para que varias figuras abandonen su propia campaña presidencial y se acerquen a Vargas Lleras.

En suma, la candidatura de este último al parecer recibirá en los próximos días el apoyo de sectores importantes de los partidos más grandes. Hasta qué punto le servirá a Vargas Lleras esta adhesión en las elecciones presidenciales es algo que aún está por verse. En este tipo de elecciones, especialmente en la situación actual en la que no existe un partido de gobierno con recursos para aceitar las maquinarias, su impacto tal vez no sea tan determinante.

Para terminar, quiero brevemente dejar planteados diferentes escenarios respecto a lo que puede ser la relación del futuro presidente con el Congreso elegido. Parto de la constatación que, dada la fragmentación de este último, consolidando cada vez más un multipartidismo que ha venido a ocupar el lugar del bipartidismo del siglo pasado, ninguno de los candidatos presidenciales contaría con mayorías de su partido en el legislativo. Esto significa que, para lograr una mínima gobernabilidad, quien sea elegido presidente se verá obligado a construir coaliciones con las fuerzas allí representadas. 

Hasta qué punto uno u otro candidato podrá hacerlo dependerá fundamentalmente de dos factores: por un lado, de la afinidad ideológica y programática que el presidente tenga con sectores del Congreso que puedan sumar una mayoría; por otro, de la capacidad de negociación que tenga el jefe del ejecutivo y de su disposición para distribuir recursos que satisfagan las necesidades que el sistema de listas abiertas y voto preferente les plantea a los parlamentarios en materia de lo que la literatura denomina pork y que en nuestro país se ha llamado recientemente “mermelada”, esto es, recursos que les permita a los legisladores cultivar su propio electorado personal.

Bajo este incipiente lente analítico, los candidatos se pueden clasificar en tres grupos. En primer lugar, Vargas Lleras y Duque tendrían comparativamente mayores facilidades para construir coaliciones en las dos dimensiones enunciadas anteriormente. Además de contar con el apoyo de sus respectivos partidos y de estar ideológicamente cerca de otras agrupaciones con amplia representación en el Congreso, estarían en capacidad de, y no tendrían demasiado problema con, ofrecer dádivas a cambio del apoyo legislativo de sectores importantes de estos partidos como la U, el Conservador y los liberales. 

En un segundo grupo podríamos ver a Sergio Fajardo y al mismo De la Calle. Su posición cercana al centro del espectro ideológico no generaría muchas resistencias sustantivas entre las bancadas mayoritarias, en particular en los partidos mencionados arriba, pero tendrían que incurrir en altos costos reputacionales en caso de verse obligados a negociar por debajo de la mesa con grupos de parlamentarios para lograr la aprobación de sus iniciativas.

Finalmente, quien tendría un escenario más desfavorable en el Congreso sería sin duda Gustavo Petro. Su corrimiento, quizás más percibido que real, hacia la izquierda, lo alejarían de apoyos legislativos clave. Aun más, su poca disposición a negociar posiciones y su intransigencia le dificultarían la labor de salvar esas distancias existentes de entrada.

A manera de conclusión, vale la pena señalar que la campaña presidencial recién empieza ahora. No recuerdo ahora quién me dijo que alguien le había dicho que lo que hemos presenciado durante los meses anteriores, los movimientos, las encuestas, los pronunciamientos, correspondían apenas, en la jerga futbolera, a la fase de grupos; ahora entramos a la etapa de playoffs. Quedan todavía dos meses para la elección y en dos meses, como en los últimos cinco minutos de un partido de la Premier League inglesa, puede pasar cualquier cosa.

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