30/03/2017

Seaflower: una riqueza inexplorada y vulnerable

Con profundo pesar y desconcierto, la bióloga Juliana Sintura fue testigo de la enorme cantidad de desechos que arrimaban a las prístinas aguas de la isla cayo Serrana, ubicado en el mar Caribe. Botellas, chanclas, filtros de aceite, ropa, bombillos y madera flotaban amenazantes en un área protegida y de gran valor ecosistémico.

“Había residuos para llenar unas 50 o 60 bolsas de basura”, dice con tristeza. Gran parte de los desperdicios procedían de Haití, Venezuela, Puerto Rico, Panamá, Colombia y Nicaragua. Las aguas del Caribe tienen mucha conectividad, en especial si se trata de elementos que flotan, los cuales duran meses e incluso años sin degradarse.

Serrana, de 3 kilómetros de largo y 15 de ancho, y rodeada por un atolón coralino oceánico, es una de las ocho islas menores que conforman el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, que en su totalidad constituye la Reserva de Biosfera Seaflower, declarada así por Unesco en el año 2000. Las otras siete son Roncador, Quitasueño, Bolívar, Albuquerque, Serrana, Serranilla y Bajo Nuevo.

Juliana, desde la Comisión Colombiana del Océano (CCO), se encontraba allí como coordinadora general de la Expedición Científica Seaflower 2016, proyecto investigativo que tenía el propósito de caracterizar la biodiversidad de la isla, en su parte emergida y sumergida. La Universidad de los Andes, bajo el liderazgo del profesor Juan Armando Sánchez, se vinculó como institución organizadora.

Este año, la iniciativa contó con el apoyo del programa Colombia BIO, de Colciencias. “La expedición es un paso más a favor de la biodiversidad, que permite seguir ampliando el conocimiento para preservar, cuidar e investigar, de forma sostenible, la enorme riqueza de los ecosistemas colombianos”, afirmó la directora de la entidad, Yaneth Giha.

El equipo de la expedición llegó a Serrana el pasado 4 de agosto, a bordo del Buque Oceanográfico ARC Providencia, al servicio de la Dirección General Marítima y de la Armada Nacional. Fueron 29 días de trabajo, repartidos en dos turnos. En total se involucraron 28 instituciones, 52 investigadores y 113 expedicionarios, con 22 proyectos de investigación en áreas como recursos marinos y costeros, invertebrados marinos, salud del arrecife coralino, morfología del fondo marino, aves migratorias, polución marina…

“El Plan Nacional de Expediciones Científicas Seaflower representa un hito en el avance de la ciencia, la tecnología y la innovación en la investigación del territorio marítimo colombiano. Es un esfuerzo nacional donde múltiples entidades se han comprometido con la generación de conocimiento científico de la Reserva, para así fortalecer su criterio de unidad ecosistémica, lo que permite trazar estrategias para su gestión”, explica Nacor Bolaños, director de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina).

La CCO está a la cabeza del proyecto, por decisión presidencial. “La visita también es un acto de soberanía”, acota la bióloga Juliana Sintura, egresada de Los Andes.

Vale anotar que el 19 de noviembre de 2012, la Corte Internacional de Justicia de la Haya, en el marco de un litigio con Nicaragua, emitió una sentencia que le otorgó a Colombia la soberanía sobre las islas mayores y la totalidad de los cayos, pero le quitó alrededor de 100.000 kilómetros cuadrados de mar, lo cual desmembró la Reserva: Quitasueño y Serrana quedaron, desde entonces, en aguas nicaragüenses.

“Ahí está la paradoja de la Corte al no entender que son estructuras integrales de un sistema marino interconectado”, dijo en su momento Francisco Arias Isaza, director del Instituto de Investigaciones Costeras y Marinas (Invemar), al diario El Colombiano.

La Expedición Científica Seaflower actualizará el conocimiento científico que hoy se tiene del área. Los datos obtenidos del trabajo allí realizado se incorporarán en el Sistema de Información Biológica Nacional y Marina (SIBNM) y se divulgarán a través de documentos y publicaciones en revistas especializadas.

La iniciativa se encuentra proyectada a cinco años, con un plan crucero anual que llegará a cada una de las ocho islas cayo de la Reserva. El año pasado la expedición acampó en Roncador.


 
¿Qué cambios ha sufrido la Reserva?
La Reserva de Biosfera es una riqueza marina y biológica de 18 millones de hectáreas de extensión, de las cuales menos del 1 por ciento están emergidas. Ocupa el 10 por ciento del mar Caribe, contiene el 78 por ciento de las áreas coralinas del país (la tercera barrera coralina más grande del mundo y una cuna de vida) y alberga especies de gran valor natural y comercial, como el pez loro y el caracol pala. Allí habitan, además, tortugas, tiburones, cangrejos, rayas y langostas.
Con la visita a Roncador en 2015, y luego de expediciones previas a la zona, se han documentado cambios preocupantes en el ecosistema: la cobertura coralina ha declinado, la cobertura vegetal está disminuida en un 90 por ciento, sus plantas están infectadas con plagas y hay más corales blandos que duros.

“El año pasado vimos que el coral está en declive. Antes, había más de 25 por ciento de cobertura en la isla cayo y hoy está por debajo del 10 por ciento. Creemos que Serrana podría tener la misma tendencia. Debemos aceptar que el cambio climático está acabando con los arrecifes”, sostiene el biólogo Juan Armando Sánchez, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes, y coordinador científico-técnico de la expedición.

Además, hay más de 1 millón de individuos de pez león —especie invasora a la que han llegado a encontrársele en su estómago hasta 15 peces pequeños— en las aguas de Seaflower. Lo han divisado a 15 metros de profundidad bajo el nivel del mar.

En el Atlas de la Reserva de Biósfera Seaflower, elaborado por Invemar y Coralina), se afirma que “alrededor de la isla de San Andrés, un centro de buceo reportó haber capturado, entre enero de 2009 y mayo de 2010, cerca de 1200 peces león, utilizando bolsas plásticas transparentes… La Old Providence EcoHamlet Foundation reportó, para agosto de 2010, la captura de 339 individuos y aseguran haber capturado el pez más grande registrado hasta el momento en el Caribe colombiano: tiene una longitud de 38,2 cm y pesa 840 gramos”.

En el documento también se registra la disminución del número de aves maría mulatas que frecuentaban la isla, particularmente en el sector del antiguo Hotel Isleño: Mientras en 2005 llegaban allí cerca de 300, para 2011 se avistaron cerca de 30. Un dato adicional: todas las especies de aves migratorias que llegan a Colombia pasan por las islas cayo.

“Adicionalmente, los foraminíferos —organismos que se parecen a la ameba y cuya concha forma parte de la arena—, indicadores de la calidad del agua, nos están diciendo que faltan herbívoros y que hay un exceso de nutrientes en el área, algo que no entendemos por qué. Pero algo va mal en el ecosistema”, afirma el biólogo Juan Armando Sánchez.

Según el experto, también fue notoria en Roncador una mayor densidad de corales suaves —que son más resistentes al blanqueamiento coralino y a la acidificación oceánica— y una considerable disminución de los corales duros, estos últimos claves para la construcción y el mantenimiento del ecosistema. Los suaves proveen hábitat pero no calcifican en igual proporción que los duros y no se sabe aún si logran mantener el balance entre erosión y acreción (formación de roca arrecifal) como lo logran los corales duros cuando están sanos.

La sobrepesca indiscriminada es la mayor amenaza del ecosistema. Hoy existe una extracción desmedida de especies como el pez loro, considerado el jardinero del coral —pues ayuda a sembrarlo y a mantenerlo saludable— y del caracol pala. Y la sobrepesca del pez loro ha llevado al aumento de la presencia de algas (este las come), las cuales son nocivas para los corales.

“Aunque no está prohibido extraer el pez loro consideramos prohibir su pesca en el corto plazo, dado que tiene un alto grado de vulnerabilidad de desaparecer y tenemos que proteger esta especie”, indica Nacor Bolaños, director de Coralina.

La pesca ilegal, agrega, no respeta vedas, las cuales están directamente relacionadas con la recuperación del stock de peces. De hecho, meses atrás, capturaron un barco pesquero de Nicaragua. En el archipiélago hay más de 700 especies de peces.

Preocupa, además, el exceso de población en la isla de San Andrés (se estima que residen unas 120.000 personas, sin contar los visitantes) por su impacto en la biodiversidad del lugar: no existe suficiente espacio para disponer los residuos sólidos y líquidos, muchos de los cuales se vierten en el mar.

Seaflower, advierten los expertos, es una región estratégica y del buen uso que se le dé dependerá el bienestar de las comunidades que allí residen. Las islas cayo representan la soberanía alimentaria de los habitantes del archipiélago y sus recursos biológicos son valiosos para todo el Caribe.

De allí la importancia de conocer su estado, sus amenazas y las medidas que deben tomarse para evitar que el ecosistema se degrade y sus especies se extingan en el tiempo. La protección de la Reserva es un compromiso nacional.


 

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